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martes, 31 de marzo de 2009

LUCIANO VASAPOLLO: Análisis de Marx sobre centralidad de conflicto entre capital y trabajo...


artículo tomado de "Cuba Literaria":

http://www.cubaliteraria.cu/revista/sitio_ma3/pages/vasapollo.htm



El análisis de Marx acerca de la centralidad del conflicto entre capital y trabajo en la relación de clase para construir la superación del capitalismo.
Luciano Vasapollo (Italia)

1. Paradojas del presente y análisis de Marx: la actualidad de la explotación capitalista
Planteamos de inmediato algunos conceptos claves del análisis de Marx, aunque para aquellos lectores que quieren mostrarse “sofisticados”, aclaramos que toda esta exposición, necesariamente, contiene un carácter sintético, y por tanto, de alguna manera, de aproximación; lo importante en este artículo es que el lector comprenda de manera simple la actualidad, la coherencia lógica del análisis de Marx y su fuerte capacidad de ser hasta hoy pensamiento-guía para la superación del capitalismo.
La “economía política” clásica a partir de Smith y Ricardo, si bien por un lado colocaba de manera revolucionaria el trabajo en la base del progreso humano, por el otro, sin embargo, identificaba al sistema capitalista, fundado sobre la propiedad privada de los medios de producción y sobre el trabajo asalariado, como único sistema económico racional y por tanto, natural.
En tales presupuestos teóricos se inserta el estudio y el crecimiento del pensamiento de Marx.
La primera y fundamental mistificación de la “economía política”, según Marx, es la de hacer pasar un cierto tipo de economía, una forma social particular de la reproducción humana, por “la economía” y “la sociedad”. La economía política no ve el capitalismo como una realización histórica, aunque en cuanto a esta, si ha tenido un inicio, tendrá seguramente un final.
Para aclarar esta contradicción, en sus Manuscritos económico-filosóficos Marx usa los resultados del despiadado análisis al que la “economía política” somete a la sociedad industrial moderna. Los teóricos de la “economía política” afirman que el valor de una mercancía esta dado por el trabajo socialmente necesario para producirla, pero del mismo modo, demuestran que con el salario al obrero le llega solo una pequeñísima parte del producto del trabajo. Al mismo tiempo, el salario es el precio de la venta de sí mismo que el trabajador está obligado a hacer, aceptando así, bajo la máscara de un contrato libre, una esclavitud similar en los contenidos, si bien no en la forma, a aquella antigua de la sociedad esclavista.
Marx prueba sobre una base rigurosamente científica —partiendo de las consecuencias de su análisis de la teoría del valor— que, a diferencia de todas las demás mercancías, el valor de la fuerza de trabajo está compuesto de dos elementos, incorporando en sí el plusvalor. Por tanto, tras haber desarrollado la teoría del plusvalor, Marx revela de manera rigurosamente científica, por primera vez en la historia de la ciencia económica, el mecanismo de la explotación capitalista, partiendo del análisis del capital como trabajo apropiado, no pagado a la clase obrera.
Pero Marx fue más allá, mostrando que la apropiación, por parte de los capitalistas, del trabajo no pagado de los obreros era conforme a las leyes internas del capitalismo.

Esto es aún más cierto hoy en el momento en que subsisten elementos típicos de los procesos fordistas; más bien el llamado modelo posfordista típico del área central de los países de capitalismo avanzado convive con un modelo típico todavía fordista de la periferia y hasta con modelos esclavistas de los países de la periferia extrema (donde por periferia extrema se entienden también algunas áreas marginales del centro). Todo esto, porque hoy conviven las distintas caras de un mismo modo de producción capitalista siempre basado en la extorsión de plusvalor y plustrabajo y de una clase de trabajadores

trabajadores sometida a la explotación capitalista, subordinada al orden capitalista. En este sentido se debe hablar todavía hoy de proletariado, de clase, de movimiento obrero.
El concepto clásico de trabajo es puesto en crisis por la economía del capital información, que representa el fundamento del capitalismo posfordista. De hecho, la creación de valor no se funda ya exclusivamente en la explotación del obrero de la fábrica fordista, sino que ella proviene de toda actividad en la fábrica social generalizada, en cualquier caso, siempre a través de la apropiación de plusvalor, de plustrabajo. La economía de la información controla y desarrolla el poder de la acumulación flexible sometiendo las subjetividades sociales al poder de las tecnologías de la información y de la comunicación que ahora dominan, además del tiempo de trabajo directo, también el tiempo del vivir social, en su totalidad. Con mayor razón, por tanto, en la fase actual de la competición global se refuerza, con todo su potencial de transformación, la contradicción capital-trabajo.
Si todo esto es cierto, entonces la sociedad capitalista no es en absoluto un mundo de relaciones armónicas, sino que es en realidad el sitio de una guerra general, económica, social, comercial, financiera, guerreada; y hoy todo es más evidente en el ámbito de una desenfrenada competición global entre polos imperialistas.
Aunque los teóricos de la economía política clásica reconocían en ocasiones estos conflictos, sin embargo, según Marx, no comprenden que el elemento conflictual es la esencia misma del sistema capitalista; pero todos los fuertes contrastes que oponen los grupos sociales componentes de la sociedad civil hallan su motivación central, real, en el conflicto fundamental entre capital y trabajo asalariado.
De hecho, también en la fase actual el modelo de la acumulación flexible necesita de la reestructuración y de la promoción capitalista centrado todavía en la explotación del trabajo asalariado, con formas diversificadas a escala internacional que explican la competición global como conflicto abierto entre polos geoeconómicos. Es precisamente en la articulación de tales dinámicas económico-sociales, en la posibilidad de superar la sociedad de la explotación, que las contradicciones de clase se convierten en dominantes. Esto sucede a partir de algunas caracterizaciones que han asumido las modalidades de las dinámicas del desarrollo vinculadas en el ámbito de una relación capital-trabajo, siempre dirigido al control social interno en cada país capitalista y al enfrentamiento interno para la determinación del dominio global a través de la extensión de las áreas de influencia geoeconómica de los tres grandes bloques: EE.UU., UE y Japón-componente asiático.
Por tanto, está vigente un intenso proceso de territorialización internacional de la economía explicable no solo por fenómenos de reestructuración y reconversión que afectan la industria, sino que está cambiando el propio modo de presentarse que tiene el modelo de desarrollo capitalista. Se afirma una lógica económico-productiva distinta, la de una nueva acumulación generalizada, cada vez más diversificada en los modelos de producción y en la organización del trabajo respecto a los procesos productivos precedentes, pero que convive con los modelos de tipo industrial y que sigue teniendo en el centro el trabajo dependiente, asalariado, con lógicas cada vez más desenfrenadas de explotación, con extorsiones cada vez más grandes de plusvalor absoluto y relativo.
Es precisamente, y solo esta, según la dialéctica hegeliana, la “contradicción” que presiona de continuo hacia su “superación”.
Ya que el capital aumenta y se acumula solo a condición de crear nuevo trabajo asalariado, es entonces en la subjetividad político-social del movimiento de los trabajadores (ocupados y desocupados) —subjetividad que se origina y crece en la conflictividad capital-trabajo— que se conquista la conciencia de la superación del capitalismo.

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