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miércoles, 11 de noviembre de 2009

EL NACIMIENTO DE ROMA






NACE ROMA






En su monumental historia de Roma, "Ab urbe condita", nos confiesa Tito Livio que las cosas que se cuentan sobre los orígenes de Roma son leyendas más que hechos comprobados; pero que, si las demás ciudades pueden magnificar sus orígenes, con mayor razón lo podrá hacer Roma, que es más poderosa.

La fundación de Roma y sus antecedentes se contaban más o menos así:
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La ciudad de Alba Longa había sido fundada por Ascanio, hijo del héroe Eneas, que había llegado a Italia desde Troya a raíz de la destrucción de esta ciudad. Varias generaciones después Proca, rey de Alba Longa, tuvo dos hijos, Numitor y Amulio. Deja el reino a su hijo mayor, Numitor; pero Amulio lo destrona y se hace cargo del gobierno de la ciudad. Para evitar que andando el tiempo lo destronen a él, elimina a los hijos varones de su hermano y a una hija Rea Silvia, la hace vestal, con lo que habrá de mantenerse célibe.
Pero la vestal es forzada por el dios Marte y va a dar a luz dos gemelos, Rómulo y Remo. Cuando Amulio se entera, manda arrojar al río a los recién nacidos. El río Tíber en aquel momento estaba desbordado y los niños no pudieron ser llevados hasta el centro de su cauce. Cuando las aguas descendieron, la canastilla con los pequeños quedó en seco. Una loba que acudía al río a beber, al oír el llanto de los niños, se acercó a ellos y, en vez de devorarlos, los amamantó.
Fáustulo, un pastor de aquellos contornos, descubrió a los niños, se los llevó a casa y los hizo criar por su mujer. Rómulo y Remo se criaron en el Palatino entre pastores y tuvieron una mocedad un tanto bronca. En una escaramuza con unos salteadores Remo fue hecho prisionero y entregado a Amulio, después a Numitor.
Ante esta emergencia Fáustulo, que siempre había tenido sospechas sobre el origen de los gemelos, se lo revela a Rómulo. A la vez Numitor sospecha que el cautivo Remo es nieto suyo. Desde ambos lugares acuden los dos hermanos a Alba Longa con gente, destronan y matan a Amulio y reponen en el trono de Alba a su abuelo Numitor.
Rómulo y Remo quieren establecerse en los lugares en que se habían criado y piensan fundar allí una ciudad, a orillas del Tíber. No se ponen de acuerdo en quién de los dos la dirigirá y le dará nombre: lo consultarán a los dioses. Rómulo toma los augurios desde el Palatino y Remo desde el Aventino. Obtuvo augurio primero Remo: seis buitres; pero a Rómulo le aparecieron doce buitres y resultó ganador. Cuando Rómulo estaba trazando el surco que delimitaría el recinto de la ciudad, Remo lo saltó en plan de burla y los hermanos se enzarzaron en una pelea que acabó con la muerte de Remo. "Muera así, dijo Rómulo, cualquiera que intente traspasar las murallas de la ciudad".
Rómulo organizará la construcción de la ciudad y le dará nombre, Roma. Para aumentar el número de sus pobladores, declara un asilo al que cualquiera, sin importar antecedentes ni procedencia , puede acudir y convertirse en ciudadano. Seguramente acudirían allí la mayoría de los desarraigados de la comarca.
Pero necesitarán mujeres para darle continuidad. Los intentos de establecer relaciones con las de las ciudades vecinas fracasaron. No faltó quien les sugirió que declararan la ciudad asilo de mujeres, así acudirían las perdidas de la comarca y podrían establecer parejas de la misma calaña. Los nuevos romanos disimulan el desaire y continúan con los trabajos.
La nueva ciudad va a organizar unas fiestas solemnes e invita a ellas a las ciudades vecinas. La expectación que se había levantado por toda la región hace que acudan muchos de todas partes, especialmente de los sabinos. En medio de la celebración y según lo acordado de antemano, los romanos se apoderan por sorpresa de las mujeres jóvenes y se las llevan.
La violencia del rapto no puede ser castigada, pues a estas celebraciones se acudía sin armas. Cada pueblo regresa a su punto de origen, se arma y vuelve lo más pronto posible a atacar a los romanos. Éstos van derrotando a cada pueblo por separado. Pero los sabinos, los más perjudicados, lo toman con más calma y se organizan mejor. A las órdenes de Tito Tacio atacan Roma e incluso, gracias a la complicidad de Tarpeya, se apoderan del Capitolio.
Estaban en plena batalla sabinos y romanos, cuando las jóvenes sabinas se lanzan en medio de los contendientes y logran separarlos. Son ellas, dicen, las que más van a salir perdiendo: en un bando luchan sus padres y hermanos; en el otro, ya es inevitable, sus maridos. Consiguen no sólo que cese la lucha, sino que ambos pueblos se unan. Los sabinos vendrán a vivir a Roma. El gobierno lo compartirán Rómulo y Tito Tacio. A la muerte de Tacio quedó como único rey Rómulo. Gobernó éste la ciudad y hubo de arrostrar guerras con los vecinos hasta que en medio de una tempestad desapareció. Los romanos creyeron que había sido arrebatado a los cielos y convertido en un dios y desde entonces lo veneraron con el nombre de Quirino.
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Tras Rómulo fue elegido como rey el sabino Numa Pompilio, gran organizador, y después el belicoso Tulo Hostilio y más tarde Anco Marcio. Siguen a continuación tres reyes de procedencia etrusca: Tarquinio Prisco, Servio Tulio y Tarquinio el Soberbio. Contra este último se levantó el pueblo y se suprimió la monarquía. En su lugar se desarrolló un sistema llamado república. Roma va a pasar de ser una ciudad de cierta importancia en su comarca a convertirse en la más poderosa del mundo conocido, cabeza de todas las tierras que rodeaban el Mediterráneo.
La que había comenzado siendo una aldea de pastores en el monte Palatino llegó a ser una de las ciudades más importantes en la historia de la humanidad. No es extraño que sus orígenes estén plagados de leyendas. Algunas de ellas entroncan a los romanos con los propios dioses, dos de ellos al menos se encuentran en su árbol genealógico: Venus fue la madre de Eneas; Marte el padre de Rómulo y Remo.


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