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viernes, 21 de diciembre de 2012

MARTHA NUSSBAUM




Martha Nussbaum
y la fragilidad del bien

María Bárcena
Por primera vez el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales fue otorgado a una filósofa, Martha Craven Nussbaum, quien asume que su trabajo filosófico está dedicado a la comprensión del bien, sobre el que escribe con rigor y con pasión.
Una de sus primeras publicaciones de gran alcance es La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega. Los miembros del jurado han dicho que la filósofa estadunidense es una profunda conocedora del pensamiento griego, y la eligieron entre veintisiete candidatos, “por su contribución a las humanidades, a la filosofía del derecho y de la política, y por su concepción ética del desarrollo económico”. 
Nussbaum es muy singular como filósofa y como persona. Estudió teatro y letras clásicas en la universidad de Nueva York, su ciudad natal (1947). Fue actriz durante dos años y después se formó en Harvard como filósofa; más tarde se doctoró en Derecho y Ética. “Durante cinco años –recuerda– el teatro fue una fuerte inclinación. Un día me arrepentí.” Actualmente es dueña de títulos honoríficos en más de veinticinco instituciones; ha escrito sobre desarrollo, educación, religión y un largo etcétera. Autora de unos veinte libros y artículos incontables, ha recibido entre muchos otros premios el pen  Spielvogel-Diamondstein a la mejor colección de ensayos (1991). Junto con el Nobel de Economía, Amartya Sen, promovió la redefinición del concepto de desarrollo humano. “Políticos y economistas dan por sentado que las cosas mejoran si crece el pib de un país, pero ‘desarrollo’ significa que las cosas mejoren de verdad y que la gente, toda, viva mejor y pueda elegir su vida.”

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Tal vez su particular formación es la que hace de ella una estrella no sólo en el ámbito académico sino en el mundo de la comunicación y de la cultura, pues reúne un enfoque innovador, y a la vez clásico, muy sólido. Un discurso que establece nexos dialécticos entre disciplinas diferentes que finalmente ni están tan alejadas entre sí ni son siempre antagónicas. Filósofa especializada en la Grecia Antigua, su abanico de intereses es amplio: la justicia social, el desarrollo humano y la naturaleza de las emociones son cuestiones medulares en su investigación. Aunque sus libros son densos, están imbricados en la realidad cotidiana y no teme descender al debate público. Es, por lo tanto –como escribe la periodista española Inmaculada de la Fuente–, una filósofa política, de la calle, ferozmente contemporánea. No excluye de sus investigaciones los temas de actualidad, que la filosofía no siempre atiende por suponer que están fuera de su propio campo o que son efímeras. Nussbaum, sin embargo, piensa que es ahí, en el presente, con sus luces y sombras, donde la filosofía se juega su razón de ser.
Una mirada a los títulos de sus libros más exitosos revelan el sentido de su trayectoria como pensadora: Fragilidad del bienJusticia PoéticaLa terapia del deseoEl ocultamiento de lo humanoLibertad de concienciaEl cultivo de la humanidadLas mujeres y el desarrollo humano y Propuesta para el desarrollo humano (este último de 2012), entre otros.
El filósofo español Carlos García Gual destaca que aunque Nussbaum es una helenista erudita, ella rememora las teorías clásicas como instrumentos y referentes para hoy. “No en un ejercicio de arqueología docta, sino de comprensión para entender y juzgar mejor nuestro presente.”
La justicia social es el gran reto filosófico del siglo, declaró la filósofa en la universidad de Oviedo y animó a los estudiantes a profundizar en el esquema que ella diseñó con su Teoría de Capacidades.
Después de explicar la importancia que tiene la filosofía para la economía, Nussbaum apuntó que hace falta una educación bien fundada en las humanidades, para que las sociedades mantengan la lucha por la justicia. La educación humanística –afirma Nussbaum– es el principal ingrediente para la salud democrática, porque si no somos capaces de analizar la realidad críticamente, pueden pasar cosas muy malas. Tenemos que ser capaces de inculcar en los jóvenes el pensamiento crítico de Sócrates y enseñarles cómo articular un discurso racional, cómo debatir y defender sus ideas.
Nussbaum subraya que prefiere el concepto de igual respeto al de tolerancia, porque el segundo implica superioridad con el tolerado, mientras que el primer concepto se identifica con el derecho de las minorías al mismo trato que las mayorías.
Al recibir el galardón asturiano –considerado el Nobel español–, la filósofa habló brevemente: “Me siento emocionada y profundamente honrada de que el Jurado del Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales haya decidido concederme este importante premio. Supone reconocer que el trabajo filosófico sobre temas tan abstractos como la justicia social, el desarrollo humano y la naturaleza de las emociones puede contribuir a la creación de un mundo más humano y justo.”
Uno de sus últimos libros, Sin fines de lucro (2010), lleva como subtítulo la siguiente leyenda: “Por qué la democracia necesita de las humanidades”, y debería ser lectura obligatoria para todos aquellos que, de alguna manera, intervienen en el diseño de los sistemas educativos, si suponemos que leen y que tienen capacidad de aprender y pensamiento crítico. En Sin fines de lucro, Nussbaum, actualmente profesora de la Universidad de Chicago, plantea la cuestión sin rodeos: “Estamos en medio de una crisis de proporciones gigantescas y de enorme gravedad a nivel mundial. No me refiero a la crisis económica global que inició en 2008; me refiero a una crisis que pasa prácticamente inadvertida, como un cáncer: una crisis que, con el tiempo, puede llegar a ser más perjudicial para la humanidad, me refiero a la crisis mundial en materia de educación.”
Nussbaum ha escrito también que “las artes y las humanidades no sirven para ganar dinero. Sirven para algo mucho más valioso: para formar un mundo en el que valga la pena vivir.”


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